sábado, 23 de abril de 2011

Gasterea

Brillat Savarin en su excelente libro Fisiologia del Gusto llevo a la fama (la mayoría de las fuentes le conceden su autoría) a Gasterea, la decima musa (diosas inspiradoras según la mitología griega, las otras nueve son Clío, Calíope, Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania), la de la gastronomía, presidiendo así los deleites del gusto. (no perderse el ultimo punto...su misiva a los gastronomos)

Veamos su descripción: “Dicha musa elige con preferencia laderas donde las viñas florecen, donde esparcen los naranjos fragancia, bosquecillos que crían trufas, comarcas abundantes en caza y frutas. Cuando tiene la dignación de mostrarse, preséntase con la figura de una muchacha joven: su cintura es de color de fuego, su cabello negro, ojos azules y graciosísimas sus formas. Her­mosa como Venus, brilla en especial por lo soberanamente bo­nito de su presencia. Raras veces deja verse por los mortales, que se consuelan de invisibilidad semejante con mirar su estatua. Sólo un escultor fue admitido a contemplar los infinitos embelesos de nuestra musa, y este favorito de los dioses alcanzó tan feliz éxito, que cuantos ven su obra piensan reconocer en ella las facciones de la mujer a quien más han querido".

Su altar: "Entre cuantos sitios hay con altares, a su culto consagrados, Gasterea prefiere esta ciudad reina del mundo, que el Sena aprisiona con sus palacios de mármol. Construido su templo sobre la célebre colina a que Marte dio nombre, levántase sobre un zócalo inmenso de blanco már­mol, al cual por todos lados se sube sobre escaleras de cien peldaños. El arte interroga, y a sus leyes a naturaleza sujeta, en aque­llos subterráneos misteriosos excavados dentro de dicha sagra­da roca. En el mismo sitio, manos hábiles trabajando con aire, agua, hierro y fuego, dividen, reúnen, trituran, amalgaman, producen efectos prodigiosos cuyas causas el vulgo ignora. Igual proce­dencia tienen en épocas determinadas las recetas maravillosas cuyos autores quieren conservar el incógnito, porque fundan su felicidad y recompensa en saber que han dilatado los límites de la ciencia, confiriendo a los hombres nuevos deleites".

Culto sencillo tribútase a la diosa. Al ser de día, saliendo el sol, quitan diariamente la corona de flores que adorna su esta­tua y colocan otra nueva cantando en coro uno de los numero­sos himnos donde celebra la poesía los bienes con que dicha diosa colmó al género humano. Doce sacerdotes hay presididos por el de mayor edad. Ele­gidos entre personas doctísimas en igualdad de circunstancias, alcanzan la preferencia los de exquisita hermosura. Dichos sacerdotes son de edad madura; pero aunque llegan a viejos, jamás se ponen caducos, por impedírselo el aire que en el tem­plo respiran. Tantos días como el año tiene fiestas la diosa; porque nunca cesa de conferir beneficios. Hay cierto día, empero, que le está particularmente consagrado: EL VEINTIUNO DE SEPTIEMBRE, y lo llaman el gran jubileo gastronómico.

Celebración: "En tan solemne día, la ciudad regia está desde temprano rodeada con nubes de incienso. Coronado de flores, recorre las calles el pueblo cantando alabanzas de la diosa. Se nota en dicha solemne ocasión la atmósfera cargada de simpatía, propagando por doquier amistad y amor. Después de emplear parte de la mañana en tales desahogos, la multitud se dirige al templo, donde a la hora por costumbre establecida, debe celebrarse el banquete sagrado".

Su mensaje: MISIVA A LOS GASTRÓNOMOS  DE AMBOS MUNDOS

Excelentísimos señores:

El trabajo con que os obsequio tiene por objeto desenvolver a la vista del Universo los principios de la ciencia, de la cual sois ornamento y apoyo.
También quemo el primer incienso a la Gastronomía, joven inmortal, que apenas ataviada con corona de estrellas ya se le­vanta sobre sus hermanas, parecida a Calipso, cuya cabeza es­taba por encima de cuantas constituían el grupo de ninfas he­chiceras que la rodeaban.
El templo de la Gastronomía, adorno de la metrópoli del mundo, levantará pronto hacia el cielo sus inmensos pórticos. Vuestras voces se oirán en el interior, que enriqueceréis con dá­divas. Así que se establezca sobre las bases inmutables del pla­cer y de la necesidad, la academia prometida por los oráculos, vosotros, insignes gastrónomos y amables comensales, seréis individuos de número o miembros correspondientes.
Entretanto, elevad hacia el cielo vuestros radiantes rostros, progresad con fuerzas y majestad, pues tenéis delante abierto para vosotros todo el Universo, mundo alimenticio y suculento.
Trabajad, excelentísimos señores, enseñad en bien de la cien­cia, digerid en vuestro particular interés, y si durante el trans­curso de vuestros trabajos hacéis algún descubrimiento impor­tante, servíos participarlo al más humilde de vuestros servidores.

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